Robert Redford

Robert Redford

Murió Robert Redford y me entristece. Lo admiraba y me afectó supartida. Fue galán, pero supo correrse de ese lugar. Actuó en películas hermosas e inolvidables como «Butch Cassidy and the Sundance Kid» y «All the President’s Men», y dirigió otras aún más conmovedoras como «Ordinary People» y «A River Runs Through It». Fue un gran director: de hecho, su único premio Oscar lo obtuvo en esa faceta. Contaba historias íntimas, emotivas y cercanas. Su cine no era pretencioso, pero ¡cómo atrapaba!

Creó el Instituto Sundance, una organización sin fines de lucro que apoya el cine y el teatro independiente, conocida también por su festival anual, el Festival de Cine de Sundance, por el cual recibió un Oscar honorario.

Además, fue un ambientalista comprometido, que lideró esfuerzos para preservar los paisajes naturales del oeste estadounidense y del estado donde vivía.

Cuando era chica, frente al espejo, en mis juegos decía que mi novio era Robert Redford. Con el tiempo, se convirtió en un referente de cómo un actor puede también escribir, dirigir y fundar espacios que nutran y contengan la artisticidad de otros. Y todo eso hacerlo con sensibilidad y coherencia.

Puede sonar extraño que una porteña tenga como referente a una estrella de Hollywood, pero para mí Robert Redford encarna la prueba de que se pueden usar los brillos del sistema para abrir caminos y dejar un legado que trascienda los destellos fugaces.